domingo, abril 03, 2011

En las casas de las abuelas.

En la casa de mi abuela hay una vitrina con muchos vasos y platos de cristal, la recuerdo desde siempre, y ahora puedo entender por que nunca pude jugar con ella de pequeña.
La mayoría de esos vasos y platos, tiene mas años que la mayor de mis tías, y mas valor que la sortija de casada de mi abuela.
Me imagino que son de sus padres, o quizá de algún pretendiente. Tal vez hubo un amor adolescente que no dolió, que la cortejó intensamente, pero tuvo que decir que no.
Tal vez le dijeron que los cuidara para siempre por que son un recuerdo de donde viene, por tanto, de a donde va.
Una vez me senté una hora seguida, solo a ver la vajilla guardada y empolvada, intentando descifrar el misterio del  cautiverio, pero no pude. Esas cosas son tan sagradas que no se sacan ni en navidad. Ni cuando pidieron a mis tías o a mi madre. Ni cuando celebramos la independencia.
Y hay tantas cosas guardadas en las casas de las abuelas, vestidos viejos en los que jamás volverán a entrar, o jamás volverán a usar, medias viejas de satín, Trajes de los abuelos difuntos. Juguetes olvidados por los nietos mayores.
Pero sobre todo. Hay nostalgia.
A veces sorprendo a mi abuela haciendo nada, mas que ver el horizonte. Sentir el aire.  Mojar sus pies en una cubeta. Por alguna razón a las abuelas les gusta hacer eso.
Me pregunto si realmente están en blanco, o escuchan el murmullo, como el de un restaurante a la hora de la comida, de los años.
En las casas de las abuelas retumban los ecos de todos los niños que pasaron por ahí. Y faltan también las quejas de las madres abnegadas, los gritos ahogados por esposos machistas, las lagrimas guardadas por hijos injustos. Y sobre todo, los sueños de mujer que pudieron perder o ganar.

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